ENTREVISTA. Enrique Gotera, patinador melancólico
Marielys Zambrano Lozada
Un estribillo y tres versos resumen las andanzas de Enrique José Gotera Méndez cuando patinaba en los alrededores de la Plaza Indio Mara, en Maracaibo, a los 13 años.
Esa vivencia la hizo gaita hace 50 años y hoy es considerada una de las 100 mejores composiciones del siglo pasado. “Los patinadores” fue la primera gaita que escribió y resultó ser el mayor éxito en su historia musical.
El autor confiesa que la letra tiene dos fechas clave: 1964 cuando ensayó la canción por primera vez con la agrupación Rincón Morales y 1965 porque la grabó con el conjunto que él fundó, Los Compadres del Éxito. Sin embargo, no recuerda el día y mes exacto cuando la escribió.
Hoy cuenta que las fechorías que narra en la gaita le merecieron duras palizas de su papá (Alfredo Gotera) y mamá (Carmen Méndez). Además de peleas, quejas de vecinos del sector Indio Mara, y varios zapatos rotos. Los patines que usaba para robarse la “leche en la ciudad” eran marca Unión, los más baratos que había en el mercado, que costaban cinco bolívares. Nunca pudo tener los “Chicago” que costaban 25 bolívares.
“Por la poca calidad del patín se le distinguían las “uñitas” que agarraban el zapato y lo fijaban al caparazón de ruedas. También tenía un tornillo en la suela que se apretaba con una llave para que todo el sistema quedara empotrado al pie. Entre “uñitas” y tornillos, aunado a los trancazos del corretear en la carretera, el zapato quedaba destrozado”.
“Cuando llega Navidad//Salen los patinadores// A convertirse en terrores//De la leche en la ciudad// Por eso la vecindad pela el ojo a estos señores”.
Así salía el chamo, cada mañana, de la casa número 8-10 de Santa Elena a Indio Mara, no sin antes llegar primero, junto con otros 20 muchachos más, al punto de encuentro: La casa de su compinche Jesus Soto Luzardo, ahora abogado.
“Nos sentábamos todos los muchachos en la acera formando una fila como de 30 metros. Todos con patines puestos. Salíamos de madrugada. Inicialmente, era una costumbre de diversión entre los jóvenes. Le dábamos vueltas a la plaza a toda velocidad. Se escuchaba el ruido muy fuerte. Saltábamos, hacíamos trompos, dábamos vueltas. Hasta que llegaban los repartidores de leche en cada casa a dejar la mercancía, y se nos ocurrió otra idea con eso”.
“Nos sentábamos todos los muchachos en la acera formando una fila como de 30 metros. Todos con patines puestos. Salíamos de madrugada. Inicialmente, era una costumbre de diversión entre los jóvenes. Le dábamos vueltas a la plaza a toda velocidad. Se escuchaba el ruido muy fuerte. Saltábamos, hacíamos trompos, dábamos vueltas. Hasta que llegaban los repartidores de leche en cada casa a dejar la mercancía, y se nos ocurrió otra idea con eso”.
“Comenzamos a robarla. Como también llegaban los vendedores de pan a dejar sus encargos en las puertas, entonces, nosotros agarrábamos la leche y el pan. Comíamos hasta que quedábamos llenos. Teníamos el desayuno gratis. Y después, el resto de la leche, suena duro pero eran cosas de muchachos... la botábamos en la carretera. Por supuesto, cuando la gente se levantaba a buscar su desayuno no encontraba nada y se molestaban muchísimo. Comenzaron a odiarnos”, recuerda.
“Madrugan diciembre entero //Para irse a patinar // Pero es por ir a esperar // Al camión de los lecheros”.
En una oportunidad Gotera fue sorprendido tomando el bastimento de una residencia. Los dueños se habían levantado de madrugada para montarle cacería a los responsables y darles su paliza. Lo encontraron a él. “Me dijeron: ‘Épale muchacho sinvergüenza’. Me asusté demasiado. Para salir del aprieto les respondí: ‘Señora yo soy el lechero”.
Ese episodio quedó plasmado en una de las estrofas:
“Uno que fue sorprendido //En una tan mala hora // Contestó al verse perdido // Es el lechero señora”.
La actividad le valió a Maracaibo que fuera eliminado para siempre el servicio de distribución de leche de casa en casa.
Hoy, el gaitero, padre de tres hijos y casado en tercera nupcias con la abogada Yajaira Atencio, fue apodado “El Fabuloso” por Octavio Urdaneta en su programa de Radio Mara.
Gotera fundó Los Navideños del Zulia, un conjunto que solo tocaba en las fiestas de la Shell donde él trabajó en la Costa Oriental durante dos años como office boy. Luego renunció para cantar con Rincón Morales. Eligió ser el creador de Los Fabulosos y del conjunto El Show de la Gaita; y ser el cantante de la agrupación la Universidad de la gaita, de Los Tropicales de Éxito, de la Montonera y de los profesionales de la Gaita; Sumando así una trayectoria de medio siglo entre furros, cuatro y charrascas. A pesar de ese camino recorrido, confiesa que lo suyo son los boleros.
“Soy un bolerista prestado a la gaita. Crecí escuchando a Armando Molero en Radio Popular. En el liceo mi maestro de música fue Rafael Rincón González. La primera canción que compuse fue a los nueve años. ¡Un bolero! Se llamaba ‘Vuelve a mí’. Y ni siquiera estaba enamorado. Pero seguiré escribiendo gaitas. Dicen que los temas ya se agotaron, y no. Hay mucho material para escribir e inspirarse”.
No le pesa la decisión de dejar el mundo petrolero por gaitear. Algo parecido a lo que hizo Bernardo Bracho. Tampoco le pesa haber dejado su carrera de derecho a casi terminar. “Estudiando, trabajaba en un bufete como asistente. Vi cuando el jefe aplicó un desalojo sin misericordia. Pensé: ‘Yo no nací para esto. No podría hacerlo jamás’. Y dejé la carrera”.
“Ningún gaitero piensa en dinero. Piensa en novias, tragos, comida y parrandas. Yo no he hecho dinero con gaitas. Cuando cobrábamos la temporada nos decían: ‘Esto es lo que te quedó’, porque el resto ya lo habíamos gastado. En una temporada podías cobrar 80 bolívares. Muy poco. Gracias a Dios, hoy tengo ingresos por mis ‘toques’, mi empresa de publicidad y mi agrupación Los Fabulosos”.
A Gotera le da melancolía el cariño de la gente, por eso a veces no sabe como responder con acierto a sus afectos; algo que sufrió en carne propia Ramón Rincón, el autor de la gaita en su honor, quien al principio no se sintió correspondido por su buena intención.
“Es que se me ponen los ojos aguarapaos cuando me dan ese cariño tan desprendido y me tranco. A mis 75 años de cédula, y 72 de edad real (porque su papá lo presentó con retardo junto con tres hermanos más y el escribiente confundió las fechas de nacimiento de cada uno poniéndolo a él mayor, siendo menor), me miro al espejo ahora y me veo cada día más feo y más viejo. Pero quiero que sepan que todo lo que hacen por mí lo llevo con gratitud en mi corazón”.
PANORAMA 09-02-2015
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